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sábado, 17 de mayo de 2014

MAL DE ESCUELA, DANIEL PENNAC


Daniel Pennac  fue, según él mismo, un zoquete, pero termino convirtiéndose en profesor de lengua francesa y actualmente escritor. Uno de sus libros mas vendidos en Francia en “Mal de escuela” donde relata experiencias de su vida como maestro centrándose en alumnos que como él tenían miedos a la escuela, que eran malos estudiantes, unos zoquetes. Expone en su libro algunas ideas sobre las que reflexionar.  

-       Los alumnos no van solos a la escuela, los influye todo lo que les rodea dentro y fuera de la escuela.

-       Enfrentarse a los miedos del alumno con sus propios miedos: a la gramática se la vence con gramática.

-       Cada alumno tiene su propio ritmo. Hay que conocerle.

-       Juego como arma para el esfuerzo. Este no reduce la seriedad que el aprendizaje conlleva.

-       La estructura cerrada que creamos de las clases (55 minutos diarios en 5 o 6 clases sucesivas) si influyen en los peores alumnos.

-       Hay que devolver la capacidad de pensar a los alumnos. Fuera de clase son considerados como niños-clientes.

-       Existe una visión de la violencia como ciega, inmediata extrema. Se está perdiendo el sentido de la realidad.

-       No es posible enseñar sin dificultades.
 
Dentro del grupo de alumnos que tiene a su cargo el profesor, este debe conocer a cada uno de ellos, saber que hay detrás de ellos y conseguir que todos tengan confianza en sí mismos y se enfrenten a sus miedos, dudas o expectativas creadas, de cara a conseguir una mejora diaria y lograr los objetivos marcados al final del curso. Las expectativas creadas por ellos o por los educadores no pueden marcar definitivamente el resultado final.
 
Se suelen denominar como “expectativas adaptativas” aquellas en las que los individuos predicen el futuro de una variable teniendo en cuenta el comportamiento histórico de dicha variable. Si aplicamos esto al resultado que obtendrán los alumnos en las pruebas finales de evaluación, puede llevar al profesor a esperar una mala nota de un alumno que hubiera obtenido malos resultados en el curso anterior, sin entrar a valorar otras variables. La pérdida de confianza del alumno en sí mismo, la renuncia al esfuerzo y la incapacidad de concentración, lleva al fracaso de estos alumnos. Hay que conseguir que recuperen el esfuerzo, el poder concentrarse para vencer ese fracaso.

Pero un profesor no puede quedarse en ello y debe conocer al alumno. Las personas desde su nacimiento no son todo lo que pueden llegar a ser, se van desarrollando día a día. Hay una parte de él que es lo que denominamos “síntesis pasiva” sobre la que la persona no puede decidir, pero también hay una “acción humana libre” que es otro factor del proceso de individualización del ser humano y mediante el cual la persona elige un proyecto para su vida. Sobre el alumno influyen tanto variables físicas y biológicas como el entorno en el que crece y convive: la familia, su grupo de amigos,.. esto es, la comunidad en la que convive, que tendrá una influencia a veces positiva, a veces negativa sobre él.

 
El que tanto el educando como el educador partan de la idea que el alumno es un zoquete y esto es inamovible, va a conseguir que al final del curso se cumpla la expectativa creada y el alumno sea catalogado con las notas como un mal alumno. Pero hay que saber que cada educando tiene su ritmo de aprendizaje, que dentro de la orquesta que es nuestra sociedad, habrá alumnos que toquen un instrumento u otro, y que la labor del educador es saber el ritmo que necesita y el instrumento que es capaz de tocar. El educando debe enfrentarse a sus miedos y resistencias con sus propios miedos: a la gramática con la gramática, a las matemáticas con matemáticas,.. sin rehuirla.
Con ello, vemos que la labor del profesor no es algo mecánico ni monótono sino un arte en sí mismo. Debe ser capaz de sacar lo mejor del alumno, sabiendo que cada uno es distinto y hay que enfrentarse a él de manera individual y única, no como si la clase fuese una cadena de montaje con piezas homogéneas.

Las clases diarias son un continuo proceso de comunicación, pero esta no puede reducirse a una comunicación objetiva, en el que cosificamos al otro. Tiene que haber una pasión comunicativa, donde se tome en consideración a todos los alumnos y todos se sientan considerados. Todos los alumnos son casos especiales y todos comparten una misma clase.
La relación educativa que se establece entre el educando y el educado debe ser una relación de ayuda y de búsqueda de plenitud del educando. Mediante esfuerzo por ambas partes. Este es otro punto sobre el que se debe incidir. El alumno está acostumbrándose a obtener cosas sin contraprestación, y en la escuela se deben satisfacer las necesidades por medio de obligaciones que se deben cumplir. Pero el educador también tiene que ser consciente que no es posible enseñar sin dificultades. El mismo esfuerzo que el educador pide al educando debe exigirse de sí mismo.

 

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